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Robert Prevost elige el nombre de León XIV: ¿Por qué no se puede llamar “Pedro” un Papa?
Tras la muerte del Papa Francisco, un nuevo Sumo Pontífice ha sido elegido en el Vaticano.
FOTO: Cortesía.
Tras la emocionante elección de un nuevo Sumo Pontífice en el Vaticano, por su puesto nos referimos a Robert Prevost quien ha elegido el nombre de León XIV, una pregunta ha comenzado a circular entre los fieles y los observadores: ¿por qué el recién elegido sucesor del Papa Francisco no puede tomar el nombre de "Pedro II"? La respuesta se encuentra en la profunda tradición y simbolismo de la Iglesia Católica, nos referimos al papel único e insustituible del primer apóstol.
Desde los inicios del cristianismo, San Pedro ha ocupado un lugar importante designado por el propio Jesucristo como la "roca" sobre la cual se edificó la Iglesia.
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Pedro es considerado el primer Papa, y su martirio en Roma y su tumba bajo la actual Basílica de San Pedro en el Vaticano cimentaron su legado como un fundamento espiritual de la actual Iglesia Católica.
La tradición, aunque no codificada como una ley canónica, ha establecido un fuerte precedente contra la elección del nombre "Pedro" por cualquier otro Papa, algo que surge de la convicción de que el papado de Pedro fue único e irrepetible.
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Por esa razón, tomar su nombre implicaría para muchos una falta de respeto, algo que la Iglesia, en su sabiduría histórica y teológica, ha evitado cuidadosamente.
"Es una cuestión de profunda veneración y de reconocimiento de la singularidad del ministerio de San Pedro," explica el Padre Marco Rossi, teólogo y profesor de historia eclesiástica en la Pontificia Universidad Gregoriana. "Pedro fue el primer vicario de Cristo en la Tierra, elegido directamente por Él. Su papel y su autoridad son fundacionales. Asumir su nombre podría interpretarse como una pretensión de igualar esa primacía original".
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La elección del nombre papal es un momento cargado de simbolismo
El nuevo Papa elige un patrono celestial, un modelo a seguir, nombres como Juan Pablo, Benedicto, Francisco, evocan legados específicos y marcan la dirección que el nuevo líder desea imprimir a su pontificado.
La ausencia de un "Pedro II" subraya que, si bien cada Papa es sucesor de Pedro en la cátedra, la figura del primer apóstol permanece singular, un pilar inamovible sobre el cual se asienta toda la Iglesia Católica.
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