México
La vez que un grupo de sacerdotes mexicanos rompió con el Vaticano y nombró a su propio Papa
La historia del único “papa mexicano” sigue siendo, hasta hoy, una rareza poco conocida incluso entre los estudiosos de la historia religiosa del país.

FOTO: Este episodio, que parece sacado de una novela, está documentado por el historiador Mario Ramírez Rancaño en su obra La ruptura con el Vaticano.
En medio de la expectación mundial por el próximo cónclave que definirá al nuevo Papa tras la muerte de Francisco, México vuelve a sonar fuerte en el escenario vaticano. Los cardenales Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega figuran entre los papables, con posibilidades reales de asumir la silla de San Pedro. Pero lo que pocos recuerdan es que, hace casi un siglo, nuestro país ya vivió su propio intento de tener un “Papa mexicano”.
Este episodio, que parece sacado de una novela, está documentado por el historiador Mario Ramírez Rancaño en su obra La ruptura con el Vaticano. José Joaquín Pérez y la Iglesia Católica Apostólica Mexicana 1925-1931. En ella, se relata cómo, en un contexto marcado por la Guerra Cristera y la Ley Calles, un grupo de sacerdotes mexicanos rompió con la Santa Sede y nombró a su propio líder religioso: el patriarca primado José Joaquín Pérez Budar.
- PODRÍA INTERESARTE: ¿Quiénes son los cardenales mexicanos que figuran entre los posibles sucesores del Papa Francisco?
Un patriarca en tiempos de revolución
Pérez Budar, nacido en Oaxaca en 1851, vivió una juventud agitada políticamente. Excombatiente del Plan de Tuxtepec junto a Porfirio Díaz y viudo en sus primeros años de matrimonio, decidió encaminar su vida al sacerdocio. Pero su visión reformista y crítica al alto clero lo llevó a abrazar ideas cercanas al protestantismo y a la masonería, lo que eventualmente desembocó en una ruptura total con Roma.
Inspirado por reformadores como Martín Lutero y Juan Calvino, y alentado por el obispo Eduardo Sánchez Camacho, quien le habría encomendado crear una iglesia nacional, Pérez Budar fundó el 21 de febrero de 1925 la Iglesia Católica Apostólica Mexicana (ICAM).
Ese mismo día, junto a un pequeño grupo de seguidores, tomó por la fuerza el templo de La Soledad en Ciudad de México —hoy Archivo General de Notarías— y lo proclamó sede de la nueva Iglesia.
Una misa entre golpes y herejías
Las reformas que planteaba la ICAM incluían la abolición del celibato, el uso del español en la liturgia, la libre interpretación de la Biblia y la gratuidad de los sacramentos. Pero el pueblo católico no lo aceptó. El primer intento de misa terminó en caos: una mujer abofeteó al sacerdote, lo mordió y otros asistentes lo golpearon con un cirio, obligando a la policía a rescatarlo disfrazado de civil.
Estos actos de violencia se repitieron en otras ciudades como Puebla, Aguascalientes y Veracruz, donde la nueva Iglesia intentó establecerse.

¿Apoyo del gobierno?
Aunque el presidente Plutarco Elías Calles negó su participación directa, la ICAM fue vista por sectores del gobierno y del Congreso como una herramienta útil para restar poder al Vaticano. “Una medida patriótica”, decían algunos diputados de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM).
Sin embargo, con la pacificación de la Guerra Cristera y el restablecimiento de las relaciones con Roma, el respaldo político se diluyó. Pérez Budar fue relegado y el templo de La Soledad le fue retirado. A cambio, se le otorgó la iglesia de Corpus Christi.
El exilio y la caída
En 1930, perseguido y debilitado, trasladó la sede de su Iglesia a San Antonio, Texas, donde buscó legitimidad entre comunidades migrantes y fue consagrado como arzobispo por una rama cismática en Estados Unidos. Pero sus esfuerzos no prosperaron.
Murió en 1931, en la Cruz Roja, tras supuestamente haberse arrepentido y reconciliado con la Iglesia católica romana. Con su muerte, la ICAM se desmoronó. De los más de 70 templos que decía tener presencia, apenas una docena tuvo control real.
Una historia olvidada
La historia del único “papa mexicano” sigue siendo, hasta hoy, una rareza poco conocida incluso entre los estudiosos de la historia religiosa del país. Un episodio marcado por las tensiones entre fe, poder y política, que revela hasta dónde puede llegar una nación en la búsqueda de su independencia, incluso espiritual.
Hoy, a las puertas de una posible elección de un Papa nacido en tierras mexicanas, esta historia cobra un nuevo simbolismo: el de una vieja aspiración de liderazgo eclesiástico que alguna vez se intentó imponer... sin Roma.
Te puede interesar:
MÁS NOTICIAS DE México